Artículo de Antonio Barreda
El país se está
diluyendo, como se diluye el concepto de justicia, de libertad y de fronteras
en todos los mapas. Los ciudadanos empezamos a ser simple ganado electoral para
los gobiernos, estamos siendo adiestrados para acudir a las urnas cada cuatro
años. El sistema del antiguo régimen franquista fue sustituido por una
partitocracia constitucionalista que debía domesticar a un ejército levantisco.
La constitución del 78 fue un instrumento de cambio para dotarnos de derechos
que luego fueron acotando con leyes y normas que restringían la libertad del
ciudadano. Las instituciones fueron adaptándose al nuevo modelo político
mientras el parlamento se alejaba de una realidad que solo vivía el pueblo.
Se empezó a
construir una inmensa mentira desde el régimen del 78. Se construyó un modelo
bipartidista que dura desde 1977 al 2018, extremadamente parecido al que se
instituyó el siglo pasado con la Restauración de Cánovas y Sagasta para
consolidar un modelo democrático impuesto principalmente por los Estados Unidos
que veían una anacronía atemporal la dictadura de Franco. Un modelo político
que sufría y adolecía de muchos de los mismos problemas del modelo del siglo
XIX. Pero, por suerte para todos, este modelo impuesto le abrió las puertas
para entrar en Europa. Una Europa que había tolerado la dictadura por no caer
en el comunismo imperante en la guerra fría tras la caída de todos los
fascismos.
Y en eso llegaron
los Pactos de la Moncloa que eran lo mismo que aquellos Pactos de El Pardo
entre conservadores y liberales del siglo XIX. La prueba de fuego vendría con
la legalización del PCE el 9 de abril de 1977, el recordado Sábado Santo Rojo.
La UCD de Suárez solo significó en el tiempo la transición de un modelo
dictatorial a un nuevo modelo que no sabría cómo terminaría con la llegada de
Felipe González al poder. Los restos del franquismo habían quemado sus naves
con la aprobación de la Ley para la Reforma Política, última ley conocida de
las fundamentales. El PSOE había estado desaparecido durante la dictadura y el
enorme peso de la clandestinidad la había ejercido el partido comunista. El
Mundo Obrero se repartía a través de células instaladas en los barrios y en las
fábricas. La gente se jugaba de verdad las piernas en la clandestinidad,
mientras que los del PSOE iban a las comisarías solo a renovar el DNI.
Las conjuras del
ejército pasaron de la operación Galaxia a la culminación aquel 28-F con la
toma del congreso por parte del teniente coronel Tejero. Un golpe castizo y
chabacano del que nadie hasta la fecha ha sabido explicar y nunca sabremos
quién era aquel elefante blanco de quien tanto se habló. Luego el paso de
Narcís Serra por el ejército limpió de franquistas la institución hasta
“democratizarla”. El poder y los enormes privilegios que tuvo durante cuarenta
años se fue diluyendo en los cuarteles, mientras que en el hogar del soldado se
ahogaban las penas.
En medio vendría
la politización de todo el entramado que forma el Estado. Empezando por la Justicia.
Montesquieu ha muerto en manos de Alfonso Guerra, que aprovechó su mayoría
absoluta en 1985 para reformar la Ley del Poder Judicial y decidieron que fuese
el parlamento quien eligiese a los vocales del Consejo. Una fórmula que,
inevitablemente, politizó dicho órgano, que era lo buscado. Habían domado al
ejército y les quedaba la Justicia, a la que acusaban de ser el último reducto
del franquismo. Con esto habían roto definitivamente la espina dorsal del
Estado de Derecho.
El Estado pasó
de ser una entelequia a ser un concepto. Pero un concepto dominado desde el
gobierno. Se empezaba a construir un gran hermano que veía peligroso a todo
aquel que llegara a las masas. Los medios de comunicación eran ahora su
obsesión y su negocio. Había oposición y había sometimiento al poder para hacer
negocio. Los grupos grandes grupos mediáticos nacen en esta época y han
evolucionado con fusiones o desapariciones. ¿Quién no se acuerda de aquella
Antena 3 radio de Antonio Herrero y Supergarcía en la hora cero? ¿O de aquel
Diario 16 cuyas portadas eran un terremoto en la Moncloa?.
Mientras, las
libertades llegaron a la calle y a las casas. Mi generación fue la primera
generación en libertad. Conocimos en la adolescencia y en la juventud lo que
las generaciones que nos precedieron demandaron como un sueño inalcanzable.
Llegaron los divorcios y los abortos. Luego vendrían los recortes a la libertad
que nos trajo de aquel ministro de nombre Barrionuevo, ese que fue condenado
luego por aquel sucio asunto de los GAL. También vendrían recortes y
tijeretazos a los derechos laborales de los españoles que trajeron la segunda
huelga general de la democracia aquel famoso 11-D del 88, con un Nicolás
Redondo devolviendo su acta de diputado.
La policía
cambió de llamarse armada a nacional y el color marrón de coches y uniformes
fueron ahora su señal de identidad. Eran los años de hierro de la democracia.
Los años en los que la banda terrorista ETA dañaba a la democracia con saña y
con sangre, los GRAPO, La Triple A, el FRAP.… Crecíamos mientras el terrorismo
golpeaba indiscriminadamente con los tristemente famosos comandos itinerantes.
Mientras,
pasaban los años y nos hacíamos más país y más estado, y más dinero llegaba de
Europa a través de los fondos de cohesión. Llegaron las autopistas, las
autovías, el desarrollo urbano y rural, todo estaba inundado con el dinero
europeo que era el mejor maná que llegaba a España desde la conquista de
América y del Imperio. Llegaron el Expo a Sevilla y las olimpiadas a Barcelona.
Luego llegó Roldan,
Mariano Rubio, Filesa, Malesa y Time Sport y el fin del gobierno socialista y
la llegada de la alternancia de este régimen de restauración. La llegada de
Aznar significaba que la regenerada derecha española accedía al poder. Y
llegaron los años de las peleas entre Prisa y Telefónica por los satélites, la
guerra de Irak y la explosión del empleo en todo el país, la venta de las
empresas públicas y el boom de la construcción. Dos mandatos hasta el terrible
atentado del 11-M donde el país entero se echó a la calle para reclamar
justicia mientras el gobierno de Aznar se enredaba con mentiras y con ETA.
Vendría luego el
gobierno de Zapatero, el peor presidente que ha tenido la democracia española,
y que siguió tirando de la burbuja inmobiliaria como motor del empleo y que nos
trajo, además, aquello de la memoria histórica como arma de guerra. Luego vino
la peor crisis desde la época de Felipe II.
Primer aviso con la quiebra de Lehman Brother. Cuando aquella burbuja
pinchó sobraban dos millones de trabajadores del mercado laboral. Nos trajo el
Plan E mientras dejaron de pagarse hipotecas, alquileres y empezaron muchas
familias a saber qué era el sufrimiento y la pobreza. En la Puerta del Sol
nació el 15 M
en el 2011 de unos ciudadanos cansados del sufrimiento y de la mentira masiva
de los gobiernos.
A la banca
pública la llenaron de políticos para que la gestionaran, y las terminaron
quebrando. Empezaron los recortes y los tijeretazos al estado del bienestar. El
agujero de la banca era espantoso. El país entero estaba en peligro. Y al
propio partido echó a Zapatero mientras ETA anunciaba el fin de su actividad
armada. Llegó Rajoy y el temible Montoro para acabar con las fiestas y el gasto
público. Manos tijeras volvía de nuevo. Y llegaron los escraches y las protestas.
Al 15 M
llegaron los profesionales de la política para adueñarse de todo, para
controlarlo todo. El pasteleo político de la transición quería cambiar de
manos. Los mismos perros con distintos collares, me advertía mi padre afiliado
desde la clandestinidad a las comisiones obreras.
Rajoy pidió un
rescate encubierto y nos prestaron 100.000 millones para tapar el agujero de
las cajas. El Banco de España ha puesto las cifras del costo de aquel rescate.
El Estado perderá finalmente 60.600 millones de euros, el 80% de los 77.000
millones de euros inyectados. Y eso que nos juraron y prometieron que no iba a
costarnos un solo euro. Aquí me viene a la memoria las clases magistrales de
Historia Moderna que nos impartía D. León Carlos Álvarez Santaló en segundo de
carrera: “No se fíen ustedes jamás de los que les diga un gobierno”.
En medio estalló
la crisis catalana y la corrupción del PP de Bárcenas. Rajoy no sabía cómo hincarle
el diente a los independentistas catalanes, mientras Puigdemont cabalgaba por
la costa Brava. Allí otro partido, el naranja, empezó a plantarles cara. En el
parlamento y en la calle. Volvían los mismos discursos y mensajes que
desangraron en una guerra a Europa hace justo un siglo. El sueño de Woodrow
Wilson del derecho a la autodeterminación de los pueblos fue el germen que
alimentó la segunda guerra mundial. Lo que vemos en Cataluña lo vimos ya en la
Yugoslavia de los noventa. Y el artículo 155 aprobado por el senado se estrenó
frente a un golpe de estado.
Rajoy volvió a
ganar con menos de lo que esperaba. Su partido empezaba a descomponerse en las
tramas judiciales. Dos elecciones y nada. Pedro Sánchez lo intentó con Rivera
pero Pablo les dio la espalda. Y Pedro salió del PSOE por un comité nacional y
volvió por las primarias de Susana. Mientras, la Gürtel dinamitó al inamovible
de Mariano. Y Sánchez quedó en manos de Pablo y de los que querían tierras
nuevas y nuevas naciones en España. Hoy todo está confuso. Es una tormenta que
no acaba por despejar.
En la Andalucía
de Susana Díaz aun es peor. Su herencia es la herencia de los que destruyeron
la ilusión de un pueblo. Construyeron un sueño que luego arruinaron. El Pacto
de Antequera dio alas a la querencia autonómica. Pasábamos de la opresión a la
libertad. No vendieron que transitábamos desde la Edad Media hasta el siglo XX.
Pero todo era una mentira más. Lo primero que hicieron es apoderarse de la
estructura política y del poder que había construido la Restauración y que
había heredado el propio franquismo por toda Andalucía. Los Pollos de Antequera
se multiplicaban y clonaban. Primero desde los ayuntamientos y diputaciones,
luego desde los ministerios y la Junta de Andalucía.
El poder
absoluto asomaba por todos los balcones de las instituciones. Empezaban a
probar los coches oficiales y el poder que emanaba desde lo despachos. Habíamos
cambiado un régimen por otro régimen. Perro no come perro. Empezaron los
preparativos para desgajarnos de Madrid, para que tuviéramos el primer gobierno
desde la llegada de los fenicios a nuestras costas. Empezaron por lanzarnos a
la calle aquel 4 de diciembre de 1977. Luego llegó Plácido Fernández Viagas –
cuyo hijo era compañero de clase - para iluminar el mapa andaluz.
Lo recuerdo
porque yo estuve allí ese 4 D. Yo fui aquella mañana de domingo soleado de una
España aun preconstitucional a la manifestación acompañado de mis padres, mis
hermanos y mis vecinos. Llevábamos banderas blancas y verdes que nos trajo mi
padre. Banderas que estuvieron prohibidas durante más de 40 años en Andalucía.
Fuimos andando desde la Macarena, donde vivíamos, a la fuente del Prado –
frente a la calle de San Fernando - donde empezaba. Hasta allí se habían
acercado los andaluces con una alegría impropia como pueblo tras cerrar la
etapa de la dictadura y reivindicar unos derechos que les negaban a través de
un grito que se hizo, allí mismo, universal: ¡¡¡Autonomía para Andalucía!!!,
derechos que sí daban a las que llamaban nacionalidades históricas.
La UCD cometió
el error de maltratar Andalucía. Nos había echado de la mesa de aquel café para
todos. Y propusieron un referéndum sobre el artículo 151 por mayoría provincial
aquel 28 de febrero de 1980 que aprobaron todas menos Almería. Aun se escucha
por los rincones de la sierra a Laurén Postigo – que entonces era famoso con su
programa Cantares en TVE- arengando con el mensaje: Andaluz, este no es tu
referéndum, si vas a votar vota en blanco. Luego vendría el pasteleo
parlamentario para aprobar definitivamente aquello. Aquel día empezó la
desaparición de la UCD en Andalucía, y el ascenso de un PSOE que aun sigue en
el poder gracias al espíritu del 4-D y del 28-F.
Escuredo fue el
primer presidente tras las elecciones autonómicas. Traía ideas del siglo de las
luces que no gustaban a Alfonso Guerra. Había centrado en la bandera los viejos
anhelos de Mariana de Pineda. Gritos de independencia para Andalucía cuando
salió a la puerta de aquel Pabellón Real a explicarnos lo que pasaba en Madrid
a los que habíamos acudido allí a apoyarlo, mientras nos tranquilizaba con las
manos. Su discurso era del hombre derrotado. La fusión entre la
socialdemocracia y el andalucismo no convencía a los de Suresnes, y menos a
Alfonso Guerra que fue herbertista y jacobino cuando lo decapitó. El caso del
chalé era un simple argumento para aquella mañana de febrero del 84.
Y llegó
Borbolla, Pepote, el pelador de langostinos más rápido de toda la historia en
Andalucía. Con él empezó toda la deriva autonómica y la construcción del
régimen. Amparo Rubiales en las manijas de la consejería de Presidencia. Se
crearon Canal Sur y aquellas primeras empresas de la paralela. Se hizo la Junta
y las leyes de la función pública, y luego pasamos de interinos a funcionarios.
Pero primero de los transitorios y preautonómicos !!!avalada por el propio
Tribunal Constitucional!!!. Y conocimos también los casos del Edificio
Presidente o del Caso Costa Doñana.
La corrupción
empezaba a aflorar en su forma política. Lo de Canal Sur fue de cachondeo.
Diario 16 y ABC darían buena cuenta de todo aquello. Frase para la historia la
comparecencia de Salvador Domínguez en el Parlamento de Andalucía: Vengo chungo
de papeles. Y el inolvidable caso de las comilonas de la Junta en París, con
langostinos de Sanlúcar, jamón del bueno de Jabugo, vinos, aceite de oliva y
unos bailes flamencos que dejaron 27 millones de factura.
El intento de
realizar un califato socialista propio en el sur con recursos propios y
organización diferenciada comenzó con la división entre borbollistas, a los que
se primaba con ínsulas y cargos en todas las ocasiones que podía, y los
guerristas. Tal estado de cosas molestó en demasía a los guerristas que en 1988
decidieron acabar con la aventura política de Pepote. Primero le quitaron la
secretaría general del partido con Carlos Sanjuan, y luego fueron a por la
presidencia de la Junta. Pero Felipe maniobró desde la oscuridad tras la caída
de Guerra por el Caso de su hermano Juan.
En los años 90,
tras dos años de acoso y derribo se iba Borbolla a comer solo los langostinos a
su chalé de La Jara de Sanlúcar de Barrameda. Y llegó el candidato a palos de
Manolo Chaves desde el ministerio a la presidencia de la Junta. Fueron los años
áridos de Manolo y la llegada del clan de Alcalá de los Gazules y la vuelta de
un tal Zarrías a la Consejería de Presidencia. El bueno de Manolo incluso
compró el palacio Sundheim de La Palmera para ser su residencia. Y empezó el expurgo
de guerristas del partido. Un tal Pepe Caballos, que había sido una vez
defenestrado, fue uno de sus hombres más sonados. A la guadaña y la guillotina jacobina no le
dio tiempo de oxidarse.
Tras la limpia,
vino el período del califa Manolo. Él era ya aquí todo. El maestro espiritual
del socialismo del Sur y el que mandaba de verdad a las órdenes de un Felipe
González que empezaba a ser cercado por su propia corrupción. Sus primeros
mandatos fueron de ordeno y mando. Cogió Canal Sur y la hizo un instrumento al
servicio del partido y de su propio gobierno. Aumentó la administración
paralela con aquellas inolvidables Getisa y Egmasa que tantas tardes de gloria
darían en el Parlamento. Antes supimos de las cositas que pasaron en la Expo 92
de Sevilla. Con un Jacinto Pellón actuando como un sátrapa persa en la Isla de
La Cartuja de Sevilla.
IU-CA exigía en
1995 responsabilidades políticas por las irregularidades de GETISA. En las
hemerotecas consta que Luís Carlos Rejón –Coordinador de IU-CA- aseguraba
entonces que su formación “pedirá responsabilidades políticas por el caso
Getisa”, después que la comisión parlamentaria que investigó el caso aprobara
un dictamen en el que se concluye que hubo “nepotismo y afinidad política” en
la contratación de empresas y trabajadores por la empresa pública. El dictamen
señala que desde la cúpula de la empresa se favorecieron los contratos con
otras empresas vinculadas a miembros de la dirección de GETISA y que la
contratación de personal se hizo basándose en criterios personales. ¿Les va
sonando todo esto de algo?
Luís Carlos
Rejón aseguraba entonces que exmiembros del gobierno andaluz y “allegados” al
ejecutivo le informaron de la existencia de un “fondo de reptiles” para comprar
voluntades de periodistas, políticos y líderes sindicales. Algo que negó el
entonces gobierno andaluz de Manuel Chaves. Lo que no pudo negar el bueno de
Manolo fue la construcción de una enorme Tela de Araña con los Hilos de un Régimen.
Luego supimos de
los ERE y todo el mayor caso de corrupción de toda Europa que hoy lo tiene
sentado en el banquillo. Pero también supimos del Caso Matsa y hasta del Caso
Edu. Apuntaló todo lo que pudo la paralela y hasta cambió de nombre al IFA por
el de IDEA, el epicentro de todo lo que luego sería su propia ruina política, o
aquello de Invercaria y sus escándalos. Y todo por la manía del bueno de Manolo
de poner a sus amigos en los cargos. Chaves se vio quemado en San Telmo y cogió
el Ave para ser ministro de Zapatero.
Llegó Griñán,
llamadme Pepe, con lo puesto en 2009 para hacerse cargo de la presidencia de la
Junta de Andalucía. Como ya hizo su predecesor al llegar al poder, limpió ahora
de Chavistas el aparato regional del partido. Jubiló a Pizarro y llenó el
partido de jóvenes, pero de jóvenes ninis que no tenían un trabajo fuera de la
política. Acercó a los que nunca habían sufrido ni la temida dictadura
franquista ni la cárcel (pero de la que todos ellos hablan con conocimiento de
cátedra). El tema de los ERE le llegó como consejero de Hacienda y envenenó
todo su mandato. Un mandato en la que había sido ya perdedor ante el PP de
Arenas.
Llamadme Pepe,
lo de José Antonio era una pesada herencia del pasado, se dedicó a fortificar
la administración espúrea de la Junta de Andalucía. Primero con el decreto del
enchufismo que reordenaba lo que se debía eliminar, y luego con esa escandalosa
ley del enchufismo que dejaba el clientelismo del PRI mejicano o del Pollo de
Antequera en simples aprendices. Todo debía quedar atado antes de la llegada de
un Arenas que adquirió el vestido de centro izquierda para adelantarlo. El
mismo lenguaje de hace un siglo, el mismo mensaje del miedo que viene la
derecha. Que se privatiza la sanidad, la educación y las empresas públicas.
A José Antonio,
llamadme Pepe, se lo llevó por delante los ERE. Vio el peligro que había sido
la instrucción de la jueza Alaya y todo lo que había ahí. Todos los dedos lo
apuntaban a él. El hombre que no supo ver los reparos de la Intervención
General de la Junta de Andalucía como consejero de Hacienda regional. Es el
tiempo de la Junta en el que nadie conoce a nadie. Todos cuerpos a tierra y
todos mirando a Guerrero y sus copas, y a Antonio Fernández, el consejero
nacido para el ERE.
Y tras él
llegaron los Ninis del partido al poder. Gente que no había conocido ni la
dictadura ni la clandestinidad. Y gente que solo había trabajado para y por el
partido. Seguían a Lenin: todo el poder para los soviets regionales y
provinciales. Todo el poder para nosotros. Por el camino se cayó Rafael Velasco
por el temita del carrito de los helados de la empresa de formación de la
mujer. Y llegó Susana y Mario Díaz para asumirlo todo, para devorarlo todo. Los
de la foto de la tortilla eran ya viejos caducos.
Susana se hizo
con la presidencia de la Junta y con la secretaría del partido. Un partido que
estaba lleno ya de aduladores y de reptadores que habían tejido una enorme tela
de araña de intereses personales por toda la estructura orgánica de Andalucía.
Habían tenido 38 largos años para construir el sistema clientelar que les
garantiza el suelo del voto. Susana heredó el trono de San Telmo con el pacto
con la IU de Valderas, el hombre más ingenuo y más inepto que jamás tuvo el
Partido Comunista en Andalucía, un pastelito para los tiburones del PSOE en
Andalucía.
Con ella se
inició la quinta dinastía. La coronaron en San Telmo con fastos de faraona del
pueblo en el trono de hierro. La Khaleesi del Sur no tenía dragones, pero tenía
la inmensa administración de la Junta de Andalucía a su servicio. Los sans
culottes de las provincias llegaban al poder con ella. La nueva corte se llenó
de nobles ninis del aparato que solo miran por el bien de sus sueldos y del
partido. 38.000 millones de presupuesto para crear el gran hermano que todo lo
controle. Han conseguido que en el ADN andaluz sigua impresa la papeleta del
PSOE cada vez que vienen unas elecciones.
Pero la reina de
Triana quería más, mucho más. Quería ser la reina de Palmira y tener su propio
reino nacional. Y se sublevó en el partido a un Pedro Sánchez en minoría que
representaba el papel perfecto de un Aureliano sin poder, pero con un ejército.
Y la vieja sangre jacobina desenterró el viejo odio a los reyes, los regicidas
triunfaron en el partido. Votaron cortar la cabeza de su reina del sur y
devolverle el poder absoluto a un Pedro Sánchez que estaba tan abandonado como
estaba Jesús en el huerto.
Volvió en el AVE
a una Andalucía que ahora veía grande y libre. Se envolvió de Andalucismo y
escondió el odio africano a Pedro en el cajón de su despacho. Pero esta ni
perdona ni olvida. Y aunque Pedro haya movido sus tropas en el Sur le sigue
teniendo aun tela de miedo. Los propios están como zombis caminando por los
pasillos de las consejerías, de los ayuntamientos y de la Delegación del
Gobierno. Les han puesto un código de barras y una fecha de caducidad. Ahora
tan solo esperan la llegada de la fase del terror en su revolución palaciega.
Lo que no
esperaba la reina es que la sanidad le hiciera saltar todas las costuras de su
mandato. La Joya de la Corona se desangraba por los inmensos recortes a la que
la sometieron. Por primera vez desde hacía más de 38 años las calles se
llenaban de pancartas y de banderas que no movían ni sindicatos ni partidos. Y
todo empezó en Granada, donde un simple médico Jesús Candel, Spiriman, logró
movilizarle a toda una ciudad y sus pueblos contra una fusión hospitalaria que
iba directamente contra los pacientes. No estaba solo, 50.000 gargantas estaban
gritando a su lado. La desfusión significaba que la reina asumía un error. El
castigo fue perseguir a Candel en su trabajo y en los juzgados.
Genial!! De 10!!
ResponderEliminarGenial!! De 10!!
ResponderEliminar28F por 23F Antoniooooo... que estás muy mayoooor! (Dicho con cariño)
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