lunes, 26 de noviembre de 2018

La crisis del régimen del 78 llega hasta Andalucía


Artículo de Antonio Barreda


El país se está diluyendo, como se diluye el concepto de justicia, de libertad y de fronteras en todos los mapas. Los ciudadanos empezamos a ser simple ganado electoral para los gobiernos, estamos siendo adiestrados para acudir a las urnas cada cuatro años. El sistema del antiguo régimen franquista fue sustituido por una partitocracia constitucionalista que debía domesticar a un ejército levantisco. La constitución del 78 fue un instrumento de cambio para dotarnos de derechos que luego fueron acotando con leyes y normas que restringían la libertad del ciudadano. Las instituciones fueron adaptándose al nuevo modelo político mientras el parlamento se alejaba de una realidad que solo vivía el pueblo.

Se empezó a construir una inmensa mentira desde el régimen del 78. Se construyó un modelo bipartidista que dura desde 1977 al 2018, extremadamente parecido al que se instituyó el siglo pasado con la Restauración de Cánovas y Sagasta para consolidar un modelo democrático impuesto principalmente por los Estados Unidos que veían una anacronía atemporal la dictadura de Franco. Un modelo político que sufría y adolecía de muchos de los mismos problemas del modelo del siglo XIX. Pero, por suerte para todos, este modelo impuesto le abrió las puertas para entrar en Europa. Una Europa que había tolerado la dictadura por no caer en el comunismo imperante en la guerra fría tras la caída de todos los fascismos.

Y en eso llegaron los Pactos de la Moncloa que eran lo mismo que aquellos Pactos de El Pardo entre conservadores y liberales del siglo XIX. La prueba de fuego vendría con la legalización del PCE el 9 de abril de 1977, el recordado Sábado Santo Rojo. La UCD de Suárez solo significó en el tiempo la transición de un modelo dictatorial a un nuevo modelo que no sabría cómo terminaría con la llegada de Felipe González al poder. Los restos del franquismo habían quemado sus naves con la aprobación de la Ley para la Reforma Política, última ley conocida de las fundamentales. El PSOE había estado desaparecido durante la dictadura y el enorme peso de la clandestinidad la había ejercido el partido comunista. El Mundo Obrero se repartía a través de células instaladas en los barrios y en las fábricas. La gente se jugaba de verdad las piernas en la clandestinidad, mientras que los del PSOE iban a las comisarías solo a renovar el DNI.

Las conjuras del ejército pasaron de la operación Galaxia a la culminación aquel 28-F con la toma del congreso por parte del teniente coronel Tejero. Un golpe castizo y chabacano del que nadie hasta la fecha ha sabido explicar y nunca sabremos quién era aquel elefante blanco de quien tanto se habló. Luego el paso de Narcís Serra por el ejército limpió de franquistas la institución hasta “democratizarla”. El poder y los enormes privilegios que tuvo durante cuarenta años se fue diluyendo en los cuarteles, mientras que en el hogar del soldado se ahogaban las penas.

En medio vendría la politización de todo el entramado que forma el Estado. Empezando por la Justicia. Montesquieu ha muerto en manos de Alfonso Guerra, que aprovechó su mayoría absoluta en 1985 para reformar la Ley del Poder Judicial y decidieron que fuese el parlamento quien eligiese a los vocales del Consejo. Una fórmula que, inevitablemente, politizó dicho órgano, que era lo buscado. Habían domado al ejército y les quedaba la Justicia, a la que acusaban de ser el último reducto del franquismo. Con esto habían roto definitivamente la espina dorsal del Estado de Derecho.

El Estado pasó de ser una entelequia a ser un concepto. Pero un concepto dominado desde el gobierno. Se empezaba a construir un gran hermano que veía peligroso a todo aquel que llegara a las masas. Los medios de comunicación eran ahora su obsesión y su negocio. Había oposición y había sometimiento al poder para hacer negocio. Los grupos grandes grupos mediáticos nacen en esta época y han evolucionado con fusiones o desapariciones. ¿Quién no se acuerda de aquella Antena 3 radio de Antonio Herrero y Supergarcía en la hora cero? ¿O de aquel Diario 16 cuyas portadas eran un terremoto en la Moncloa?.

Mientras, las libertades llegaron a la calle y a las casas. Mi generación fue la primera generación en libertad. Conocimos en la adolescencia y en la juventud lo que las generaciones que nos precedieron demandaron como un sueño inalcanzable. Llegaron los divorcios y los abortos. Luego vendrían los recortes a la libertad que nos trajo de aquel ministro de nombre Barrionuevo, ese que fue condenado luego por aquel sucio asunto de los GAL. También vendrían recortes y tijeretazos a los derechos laborales de los españoles que trajeron la segunda huelga general de la democracia aquel famoso 11-D del 88, con un Nicolás Redondo devolviendo su acta de diputado.

La policía cambió de llamarse armada a nacional y el color marrón de coches y uniformes fueron ahora su señal de identidad. Eran los años de hierro de la democracia. Los años en los que la banda terrorista ETA dañaba a la democracia con saña y con sangre, los GRAPO, La Triple A, el FRAP.… Crecíamos mientras el terrorismo golpeaba indiscriminadamente con los tristemente famosos comandos itinerantes.

Mientras, pasaban los años y nos hacíamos más país y más estado, y más dinero llegaba de Europa a través de los fondos de cohesión. Llegaron las autopistas, las autovías, el desarrollo urbano y rural, todo estaba inundado con el dinero europeo que era el mejor maná que llegaba a España desde la conquista de América y del Imperio. Llegaron el Expo a Sevilla y las olimpiadas a Barcelona.

Luego llegó Roldan, Mariano Rubio, Filesa, Malesa y Time Sport y el fin del gobierno socialista y la llegada de la alternancia de este régimen de restauración. La llegada de Aznar significaba que la regenerada derecha española accedía al poder. Y llegaron los años de las peleas entre Prisa y Telefónica por los satélites, la guerra de Irak y la explosión del empleo en todo el país, la venta de las empresas públicas y el boom de la construcción. Dos mandatos hasta el terrible atentado del 11-M donde el país entero se echó a la calle para reclamar justicia mientras el gobierno de Aznar se enredaba con mentiras y con ETA.

Vendría luego el gobierno de Zapatero, el peor presidente que ha tenido la democracia española, y que siguió tirando de la burbuja inmobiliaria como motor del empleo y que nos trajo, además, aquello de la memoria histórica como arma de guerra. Luego vino la peor crisis desde la época de Felipe II.  Primer aviso con la quiebra de Lehman Brother. Cuando aquella burbuja pinchó sobraban dos millones de trabajadores del mercado laboral. Nos trajo el Plan E mientras dejaron de pagarse hipotecas, alquileres y empezaron muchas familias a saber qué era el sufrimiento y la pobreza. En la Puerta del Sol nació el 15 M en el 2011 de unos ciudadanos cansados del sufrimiento y de la mentira masiva de los gobiernos.

A la banca pública la llenaron de políticos para que la gestionaran, y las terminaron quebrando. Empezaron los recortes y los tijeretazos al estado del bienestar. El agujero de la banca era espantoso. El país entero estaba en peligro. Y al propio partido echó a Zapatero mientras ETA anunciaba el fin de su actividad armada. Llegó Rajoy y el temible Montoro para acabar con las fiestas y el gasto público. Manos tijeras volvía de nuevo. Y llegaron los escraches y las protestas. Al 15 M llegaron los profesionales de la política para adueñarse de todo, para controlarlo todo. El pasteleo político de la transición quería cambiar de manos. Los mismos perros con distintos collares, me advertía mi padre afiliado desde la clandestinidad a las comisiones obreras. 

Rajoy pidió un rescate encubierto y nos prestaron 100.000 millones para tapar el agujero de las cajas. El Banco de España ha puesto las cifras del costo de aquel rescate. El Estado perderá finalmente 60.600 millones de euros, el 80% de los 77.000 millones de euros inyectados. Y eso que nos juraron y prometieron que no iba a costarnos un solo euro. Aquí me viene a la memoria las clases magistrales de Historia Moderna que nos impartía D. León Carlos Álvarez Santaló en segundo de carrera: “No se fíen ustedes jamás de los que les diga un gobierno”.

En medio estalló la crisis catalana y la corrupción del PP de Bárcenas. Rajoy no sabía cómo hincarle el diente a los independentistas catalanes, mientras Puigdemont cabalgaba por la costa Brava. Allí otro partido, el naranja, empezó a plantarles cara. En el parlamento y en la calle. Volvían los mismos discursos y mensajes que desangraron en una guerra a Europa hace justo un siglo. El sueño de Woodrow Wilson del derecho a la autodeterminación de los pueblos fue el germen que alimentó la segunda guerra mundial. Lo que vemos en Cataluña lo vimos ya en la Yugoslavia de los noventa. Y el artículo 155 aprobado por el senado se estrenó frente a un golpe de estado.

Rajoy volvió a ganar con menos de lo que esperaba. Su partido empezaba a descomponerse en las tramas judiciales. Dos elecciones y nada. Pedro Sánchez lo intentó con Rivera pero Pablo les dio la espalda. Y Pedro salió del PSOE por un comité nacional y volvió por las primarias de Susana. Mientras, la Gürtel dinamitó al inamovible de Mariano. Y Sánchez quedó en manos de Pablo y de los que querían tierras nuevas y nuevas naciones en España. Hoy todo está confuso. Es una tormenta que no acaba por despejar.

En la Andalucía de Susana Díaz aun es peor. Su herencia es la herencia de los que destruyeron la ilusión de un pueblo. Construyeron un sueño que luego arruinaron. El Pacto de Antequera dio alas a la querencia autonómica. Pasábamos de la opresión a la libertad. No vendieron que transitábamos desde la Edad Media hasta el siglo XX. Pero todo era una mentira más. Lo primero que hicieron es apoderarse de la estructura política y del poder que había construido la Restauración y que había heredado el propio franquismo por toda Andalucía. Los Pollos de Antequera se multiplicaban y clonaban. Primero desde los ayuntamientos y diputaciones, luego desde los ministerios y la Junta de Andalucía.

El poder absoluto asomaba por todos los balcones de las instituciones. Empezaban a probar los coches oficiales y el poder que emanaba desde lo despachos. Habíamos cambiado un régimen por otro régimen. Perro no come perro. Empezaron los preparativos para desgajarnos de Madrid, para que tuviéramos el primer gobierno desde la llegada de los fenicios a nuestras costas. Empezaron por lanzarnos a la calle aquel 4 de diciembre de 1977. Luego llegó Plácido Fernández Viagas – cuyo hijo era compañero de clase - para iluminar el mapa andaluz.

Lo recuerdo porque yo estuve allí ese 4 D. Yo fui aquella mañana de domingo soleado de una España aun preconstitucional a la manifestación acompañado de mis padres, mis hermanos y mis vecinos. Llevábamos banderas blancas y verdes que nos trajo mi padre. Banderas que estuvieron prohibidas durante más de 40 años en Andalucía. Fuimos andando desde la Macarena, donde vivíamos, a la fuente del Prado – frente a la calle de San Fernando - donde empezaba. Hasta allí se habían acercado los andaluces con una alegría impropia como pueblo tras cerrar la etapa de la dictadura y reivindicar unos derechos que les negaban a través de un grito que se hizo, allí mismo, universal: ¡¡¡Autonomía para Andalucía!!!, derechos que sí daban a las que llamaban nacionalidades históricas.

La UCD cometió el error de maltratar Andalucía. Nos había echado de la mesa de aquel café para todos. Y propusieron un referéndum sobre el artículo 151 por mayoría provincial aquel 28 de febrero de 1980 que aprobaron todas menos Almería. Aun se escucha por los rincones de la sierra a Laurén Postigo – que entonces era famoso con su programa Cantares en TVE- arengando con el mensaje: Andaluz, este no es tu referéndum, si vas a votar vota en blanco. Luego vendría el pasteleo parlamentario para aprobar definitivamente aquello. Aquel día empezó la desaparición de la UCD en Andalucía, y el ascenso de un PSOE que aun sigue en el poder gracias al espíritu del 4-D y del 28-F.

Escuredo fue el primer presidente tras las elecciones autonómicas. Traía ideas del siglo de las luces que no gustaban a Alfonso Guerra. Había centrado en la bandera los viejos anhelos de Mariana de Pineda. Gritos de independencia para Andalucía cuando salió a la puerta de aquel Pabellón Real a explicarnos lo que pasaba en Madrid a los que habíamos acudido allí a apoyarlo, mientras nos tranquilizaba con las manos. Su discurso era del hombre derrotado. La fusión entre la socialdemocracia y el andalucismo no convencía a los de Suresnes, y menos a Alfonso Guerra que fue herbertista y jacobino cuando lo decapitó. El caso del chalé era un simple argumento para aquella mañana de febrero del 84.

Y llegó Borbolla, Pepote, el pelador de langostinos más rápido de toda la historia en Andalucía. Con él empezó toda la deriva autonómica y la construcción del régimen. Amparo Rubiales en las manijas de la consejería de Presidencia. Se crearon Canal Sur y aquellas primeras empresas de la paralela. Se hizo la Junta y las leyes de la función pública, y luego pasamos de interinos a funcionarios. Pero primero de los transitorios y preautonómicos !!!avalada por el propio Tribunal Constitucional!!!. Y conocimos también los casos del Edificio Presidente o del Caso Costa Doñana.

La corrupción empezaba a aflorar en su forma política. Lo de Canal Sur fue de cachondeo. Diario 16 y ABC darían buena cuenta de todo aquello. Frase para la historia la comparecencia de Salvador Domínguez en el Parlamento de Andalucía: Vengo chungo de papeles. Y el inolvidable caso de las comilonas de la Junta en París, con langostinos de Sanlúcar, jamón del bueno de Jabugo, vinos, aceite de oliva y unos bailes flamencos que dejaron 27 millones de factura.

El intento de realizar un califato socialista propio en el sur con recursos propios y organización diferenciada comenzó con la división entre borbollistas, a los que se primaba con ínsulas y cargos en todas las ocasiones que podía, y los guerristas. Tal estado de cosas molestó en demasía a los guerristas que en 1988 decidieron acabar con la aventura política de Pepote. Primero le quitaron la secretaría general del partido con Carlos Sanjuan, y luego fueron a por la presidencia de la Junta. Pero Felipe maniobró desde la oscuridad tras la caída de Guerra por el Caso de su hermano Juan.

En los años 90, tras dos años de acoso y derribo se iba Borbolla a comer solo los langostinos a su chalé de La Jara de Sanlúcar de Barrameda. Y llegó el candidato a palos de Manolo Chaves desde el ministerio a la presidencia de la Junta. Fueron los años áridos de Manolo y la llegada del clan de Alcalá de los Gazules y la vuelta de un tal Zarrías a la Consejería de Presidencia. El bueno de Manolo incluso compró el palacio Sundheim de La Palmera para ser su residencia. Y empezó el expurgo de guerristas del partido. Un tal Pepe Caballos, que había sido una vez defenestrado, fue uno de sus hombres más sonados.  A la guadaña y la guillotina jacobina no le dio tiempo de oxidarse.

Tras la limpia, vino el período del califa Manolo. Él era ya aquí todo. El maestro espiritual del socialismo del Sur y el que mandaba de verdad a las órdenes de un Felipe González que empezaba a ser cercado por su propia corrupción. Sus primeros mandatos fueron de ordeno y mando. Cogió Canal Sur y la hizo un instrumento al servicio del partido y de su propio gobierno. Aumentó la administración paralela con aquellas inolvidables Getisa y Egmasa que tantas tardes de gloria darían en el Parlamento. Antes supimos de las cositas que pasaron en la Expo 92 de Sevilla. Con un Jacinto Pellón actuando como un sátrapa persa en la Isla de La Cartuja de Sevilla.

IU-CA exigía en 1995 responsabilidades políticas por las irregularidades de GETISA. En las hemerotecas consta que Luís Carlos Rejón –Coordinador de IU-CA- aseguraba entonces que su formación “pedirá responsabilidades políticas por el caso Getisa”, después que la comisión parlamentaria que investigó el caso aprobara un dictamen en el que se concluye que hubo “nepotismo y afinidad política” en la contratación de empresas y trabajadores por la empresa pública. El dictamen señala que desde la cúpula de la empresa se favorecieron los contratos con otras empresas vinculadas a miembros de la dirección de GETISA y que la contratación de personal se hizo basándose en criterios personales. ¿Les va sonando todo esto de algo?

Luís Carlos Rejón aseguraba entonces que exmiembros del gobierno andaluz y “allegados” al ejecutivo le informaron de la existencia de un “fondo de reptiles” para comprar voluntades de periodistas, políticos y líderes sindicales. Algo que negó el entonces gobierno andaluz de Manuel Chaves. Lo que no pudo negar el bueno de Manolo fue la construcción de una enorme Tela de Araña con los Hilos de un Régimen.

Luego supimos de los ERE y todo el mayor caso de corrupción de toda Europa que hoy lo tiene sentado en el banquillo. Pero también supimos del Caso Matsa y hasta del Caso Edu. Apuntaló todo lo que pudo la paralela y hasta cambió de nombre al IFA por el de IDEA, el epicentro de todo lo que luego sería su propia ruina política, o aquello de Invercaria y sus escándalos. Y todo por la manía del bueno de Manolo de poner a sus amigos en los cargos. Chaves se vio quemado en San Telmo y cogió el Ave para ser ministro de Zapatero.

Llegó Griñán, llamadme Pepe, con lo puesto en 2009 para hacerse cargo de la presidencia de la Junta de Andalucía. Como ya hizo su predecesor al llegar al poder, limpió ahora de Chavistas el aparato regional del partido. Jubiló a Pizarro y llenó el partido de jóvenes, pero de jóvenes ninis que no tenían un trabajo fuera de la política. Acercó a los que nunca habían sufrido ni la temida dictadura franquista ni la cárcel (pero de la que todos ellos hablan con conocimiento de cátedra). El tema de los ERE le llegó como consejero de Hacienda y envenenó todo su mandato. Un mandato en la que había sido ya perdedor ante el PP de Arenas.

Llamadme Pepe, lo de José Antonio era una pesada herencia del pasado, se dedicó a fortificar la administración espúrea de la Junta de Andalucía. Primero con el decreto del enchufismo que reordenaba lo que se debía eliminar, y luego con esa escandalosa ley del enchufismo que dejaba el clientelismo del PRI mejicano o del Pollo de Antequera en simples aprendices. Todo debía quedar atado antes de la llegada de un Arenas que adquirió el vestido de centro izquierda para adelantarlo. El mismo lenguaje de hace un siglo, el mismo mensaje del miedo que viene la derecha. Que se privatiza la sanidad, la educación y las empresas públicas.

A José Antonio, llamadme Pepe, se lo llevó por delante los ERE. Vio el peligro que había sido la instrucción de la jueza Alaya y todo lo que había ahí. Todos los dedos lo apuntaban a él. El hombre que no supo ver los reparos de la Intervención General de la Junta de Andalucía como consejero de Hacienda regional. Es el tiempo de la Junta en el que nadie conoce a nadie. Todos cuerpos a tierra y todos mirando a Guerrero y sus copas, y a Antonio Fernández, el consejero nacido para el ERE.

Y tras él llegaron los Ninis del partido al poder. Gente que no había conocido ni la dictadura ni la clandestinidad. Y gente que solo había trabajado para y por el partido. Seguían a Lenin: todo el poder para los soviets regionales y provinciales. Todo el poder para nosotros. Por el camino se cayó Rafael Velasco por el temita del carrito de los helados de la empresa de formación de la mujer. Y llegó Susana y Mario Díaz para asumirlo todo, para devorarlo todo. Los de la foto de la tortilla eran ya viejos caducos.

Susana se hizo con la presidencia de la Junta y con la secretaría del partido. Un partido que estaba lleno ya de aduladores y de reptadores que habían tejido una enorme tela de araña de intereses personales por toda la estructura orgánica de Andalucía. Habían tenido 38 largos años para construir el sistema clientelar que les garantiza el suelo del voto. Susana heredó el trono de San Telmo con el pacto con la IU de Valderas, el hombre más ingenuo y más inepto que jamás tuvo el Partido Comunista en Andalucía, un pastelito para los tiburones del PSOE en Andalucía.

Con ella se inició la quinta dinastía. La coronaron en San Telmo con fastos de faraona del pueblo en el trono de hierro. La Khaleesi del Sur no tenía dragones, pero tenía la inmensa administración de la Junta de Andalucía a su servicio. Los sans culottes de las provincias llegaban al poder con ella. La nueva corte se llenó de nobles ninis del aparato que solo miran por el bien de sus sueldos y del partido. 38.000 millones de presupuesto para crear el gran hermano que todo lo controle. Han conseguido que en el ADN andaluz sigua impresa la papeleta del PSOE cada vez que vienen unas elecciones.

Pero la reina de Triana quería más, mucho más. Quería ser la reina de Palmira y tener su propio reino nacional. Y se sublevó en el partido a un Pedro Sánchez en minoría que representaba el papel perfecto de un Aureliano sin poder, pero con un ejército. Y la vieja sangre jacobina desenterró el viejo odio a los reyes, los regicidas triunfaron en el partido. Votaron cortar la cabeza de su reina del sur y devolverle el poder absoluto a un Pedro Sánchez que estaba tan abandonado como estaba Jesús en el huerto.

Volvió en el AVE a una Andalucía que ahora veía grande y libre. Se envolvió de Andalucismo y escondió el odio africano a Pedro en el cajón de su despacho. Pero esta ni perdona ni olvida. Y aunque Pedro haya movido sus tropas en el Sur le sigue teniendo aun tela de miedo. Los propios están como zombis caminando por los pasillos de las consejerías, de los ayuntamientos y de la Delegación del Gobierno. Les han puesto un código de barras y una fecha de caducidad. Ahora tan solo esperan la llegada de la fase del terror en su revolución palaciega.

Lo que no esperaba la reina es que la sanidad le hiciera saltar todas las costuras de su mandato. La Joya de la Corona se desangraba por los inmensos recortes a la que la sometieron. Por primera vez desde hacía más de 38 años las calles se llenaban de pancartas y de banderas que no movían ni sindicatos ni partidos. Y todo empezó en Granada, donde un simple médico Jesús Candel, Spiriman, logró movilizarle a toda una ciudad y sus pueblos contra una fusión hospitalaria que iba directamente contra los pacientes. No estaba solo, 50.000 gargantas estaban gritando a su lado. La desfusión significaba que la reina asumía un error. El castigo fue perseguir a Candel en su trabajo y en los juzgados.

La reina del sur entendió que la sentencia del juicio de los ERE podía poner el contador del voto al PSOE a cero, y convocó elecciones para decirle a Pedro I el breve que ella ganaba siempre. Que fuera del PSOE hace mucho frío. Y convocó Tercer Estado y Juego de la Pelota. Todos con ella o contra ella. Cualquier palabra iba contra Andalucía. La bandera era suya y Andalucía le correspondía por derecho de nacimiento de nini del partido. Cree que todos le debemos obediencia ciega, el poder ya no le viene de Dios, sino del voto del pueblo. Y ella es parte esencial de que en Andalucía empecemos a ser simple ganado electoral, adiestrados para acudir a las urnas cada cuatro años.




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