lunes, 19 de noviembre de 2018

Las elecciones envenenadas de Susana Díaz a la Junta de Andalucía


Artículo de Antonio Barreda


Comienza la campaña para sustentar el antiguo régimen en Andalucía. Del juego de la pelota que fue el 28-F a desmontar el andalucismo. Guerra dejó en la nada al PCA y al PSA de Rojas Marcos repartiendo regalías, cargos, tierras y feudos. Se fue la memoria de Blas Infante por las escalinatas de lo que fue el palacio de Monsalves donde Borbolla urdía las conspiraciones palaciegas. Allí nacieron las órdenes de lanzar las naves a la conquista del Sur, a la conquista de la reforma agraria por el general Manaute.

Era la época en que en el parlamento diluyó el espíritu del 28-F y lo sacrificó por el poder absoluto. Y las elecciones solo pasaron a ser un refrendo de ese poder absoluto. Desde entonces nos llueven las mentiras y las promesas infinitas. La mentira y la política hace muchos años ya que caminan de la mano como una pareja indisoluble en la región. El viejo clientelismo del Sur pasó a ser subvencionable y empezó a ser un nuevo feudalismo ejercido desde todas las administraciones al servicio del PSOE.

Por el camino se fueron fagocitando a los expresidentes. A todos. Escuredo por el caso del Chalé. Borbolla perseguido hasta la extenuación por Guerra desde Ferraz, (hay quien relaciona el caso de Juan Guerra con esta conflagración interna). Chaves por el caso Matsa, con su hija de protagonista, huyendo a Madrid como ministro de Zapatero para apagar los fuegos y las brasas que avivaba la prensa. Y Griñán el que no sabía nada por el caso ERE y que está ya su fase final en los juzgados.

A todos y cada uno de ellos les ha dado luego la espalda el partido. Todos han sido defenestrados por las ventanas de San Telmo cuando Susana alcanzó el poder absoluto. Susana pasaba a ocupar la silla de los Orleans en San Telmo en una escena parecida a cuando el marqués de Lafayette salía al balcón de palacio a proclamar rey a Luis Felipe de Orleans. Ella pasaba de ser una desclasada de Triana a ser la Khaleesi del Sur de España. Y fue coronada con fastos de coronación real en los jardines del Hospital de las Cinco Yagas.

Los nuevos nobles venían de las provincias a presentar el tributo del partido a su reina, en una caravana interminable de aduladores, a prometer lealtad y a prestar el obligado juramento feudal que los ataba ahora a todos. El premio eran ínsulas, sueldos, cargos, puestos a dedo, todo bendecido por el BOJA de palacio.  Los nobles del partido habían dejado de ser unos primus inter pares y se habían convertido en virreyes provinciales, presidentes de diputación y diputados nacionales. Los premios de consolación eran las concejalías, los alcaldables y un inmenso ejército de asesores para los nobles de segunda fila. Y para los afiliados quedaba esa lista infinita de empresas paralelas. Los de mayor rango de directivos y los otros de simple tropa.

Volvían las cadenas que vivas gritaron a Fernando VII. El Sur dejaba de ser un sueño de libertad que duraba veinte largos siglos para convertirse en una larga noche de dictadura parlamentaria. Todo para el pueblo, pero sin el pueblo. Todo el poder para el partido. Y se llenó todo de consejerías, delegaciones, empresas públicas, agencias y fundaciones con sus coches oficiales en las puertas esperando la llamada del señor o la señora. Y se repartieron 37.000 móviles para que todo estuviera controlado por la pirámide del poder en que se había convertido la Junta de Andalucía.

Los nuevos amos habían llegado para quedarse. Para retomar lo que era suyo ahora por el voto del pueblo. Habían pasado del clientelismo rural al urbano para dominarnos a todos. Aquí los repartos y medallas eran ahora para los aduladores del régimen y cada 28 de febrero la reina del Sur entregaba los títulos y las prebendas delante del antiquísimo Hospital de la Caridad, mientras las figuras de las pinturas de Valdés Leal o las de Murillo lloraban desconsoladas por el pueblo.

Los repartos del poder se hicieron por proclamas, las listas de colocados se hacían interminables, mientras que cientos de miles de parados caminaban por todas las calles de las ciudades y de los pueblos. Dejaron de pagarse préstamos e hipotecas, quebraron los bancos y las cajas públicas, pero las nóminas de los apesebrados quedaron garantizadas por el erario del presupuesto.

Nada escapa del poder ejercido por el palacio. Desde el trono de los Orleans dicta órdenes, decretos y leyes para sojuzgar a todo un pueblo. Y los comisarios cumplen con la palabra dictada del palacio pase lo que pase, sea quien sea. La maquinaria del régimen engrasada con 38.000 millones de euros de presupuesto funciona como la arteria vital que lo sustenta. Y para rellenarlo está la derrama pagada con los impuestos del asfixiado contribuyente.

Los vientos de poniente del cambio soplan lejos de estas tierras. La libertad de expresión está hoy herida de muerte en Andalucía. Han cortado la garganta a quienes gritaban libertad. Hace años que se persigue a los que cuentan la verdad. Los bautizan como el enemigo del pueblo, que es como un estigma que los señala y que les da la patente para someterlos a la justicia de la Khaleesi del Sur. Una justicia que se tapa los ojos para no ver en qué nos hemos convertido todos. Mientras su balanza es robada cada noche para que por la mañana no tenga poder para juzgar. Mientras, la reina del Sur nos somete a todos desde su trono de hierro.




1 comentario:

  1. Cada articulo tuyo supera con creces al anterior. Es todo un lujo seguir las andanzas de toda esta tropa, de tu mano. Gracias por tenernos alertas. Un saludo

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