lunes, 17 de diciembre de 2018

Sobre los juicios a Candel


Artículo de Antonio Barreda


Fue Albert Camus quien escribió “fue en España donde los hombres aprendieron que es posible tener razón y, aun así, sufrir la derrota, que la fuerza puede vencer al espíritu, y que hay momentos en que el coraje no tiene recompensa”. Esta frase nos la hemos aplicado muchos de nosotros estos años de caminar por un desierto. Y es lo que me viene a la cabeza con lo que está ocurriendo con Jesús Candel y su lucha. No importa lo que denuncie ni lo que señale del sistema, tampoco que levante la voz contra la corrupción que corroe a la sociedad. Tan solo queda el insulto y las voces. Lo demás ya no importa ni interesa. Parece que se le señala como a un judío en la Alemania de los años 30.

El día en que George Duby, uno de los mejores medievalistas de toda Europa, tuvo un problema con la administración francesa, de repente, descubrió que tenía ante sus ojos a la propia administración merovingia. Que poco a nada había cambiado en cientos de años. Las compilaciones, los códigos, las leyes, todo el arco jurídico estaban en manos de instituciones que no se habían modernizado desde la alta Edad Media. Y eso nos toca sufrirlo a todos nosotros en un país con las instituciones más conservadoras de toda Europa.

Montesquieu, el que preconizaba los tres poderes del estado, decía que “una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa”. Un principio tan básico no debería ser difícil de entender y, sobre todo, de aplicar. Hoy es la propia libertad de expresión la que está en juego, mientras se juzga a Candel se está juzgando a uno de los principios fundamentales del hombre, retorciendo el contenido de sus mensajes hasta que solo afloren los supuestos insultos, pero dejando deliberadamente de lado siempre el porqué, el origen y las causas de esos supuestos insultos. Esto no interesa. El mensaje de la denuncia debe ser sepultado.

La cita de Quevedo describe la realidad que nos envuelve hoy a todos en este país: Donde hay poca justicia es grave tener razón”. Desde hace unos años hay que empezar a medir el discurso y la palabra cuando se analizan las instituciones de este país, o tendrás un grave problema. En una de las Leyes de Murphi se indicaba que no te dejes atrapar por dos administraciones a la vez. Una máxima en la que Candel se ve atrapado, muy a su pesar, por expresar, de manera coloquial, sus ideas.

La justicia siempre está en manos de los hombres, aunque sea una institución. Suetonio, en su vida de los doce césares, indicaba que el emperador Claudio, “administraba justicia con mucha asiduidad, hasta en los días consagrados, en su casa o en su familia, a alguna solemnidad, y algunas veces lo hizo incluso durante las fiestas establecidas por la religión desde remota antigüedad. No siempre se atenía a los términos de la ley, haciéndola más suave o más severa, según la justicia del caso o siguiendo sus impulsos; así estableció en su derecho de demandantes a los que lo habían perdido legalmente ante los jueces ordinarios por haber pedido demasiado, y acrecentando el rigor de las leyes, condenó a las fieras a los que quedaron convictos de fraudes muy graves”.

Hace unos días, en el Blog Ídolos y Llantos de José Luís Roldán, una de las más afiladas plumas del Sur, se indicaba “Yo no voy a decir que la justicia (intencionadamente con minúscula) de este país de todos los demonios sea un cachondeo. Ya lo dijo Pacheco y está en la cárcel por eso o, mejor dicho, porque sus palabras tuvieron eco –y aplauso- en toda España y parte del extranjero; o es que vamos a ser tan ingenuos de creernos el cuento de que lleva cuatro años en la cárcel por haber enchufado a dos correligionarios en una empresa pública de Jerez. ¡Venga ya! Ni que fuésemos tontos y ciegos.  De modo que no lo diré, no me atrevo. No porque no lo piense –que lo pienso- sino porque temo a los oblicuos y rencorosos jueces”.

Pues eso. Que en este país se nos toma por tontos mientras los corruptos campan a sus anchas riéndose del resto de los mortales. Hace muchos meses supimos de la Resolución con la que el Tribunal Superior Regional de Schleswig-Holstein decidía entregar a Carles Puigdemont a España por malversación de caudales públicos, pero no por rebelión. Una Resolución con la que se ponía en solfa a la propia Justicia española ante los ojos de toda Europa.

Pero abundando en esta cuestión, la justicia belga archivó hace un año la causa abierta contra Carles Puigdemont y los exconsejeros Antoni Comín, Lluís Puig, Meritxell Serret y Clara Ponsatí, cuando el juez Llarena retiró la euroorden dictada el pasado 3 de noviembre de 2017 por la magistrada de la Audiencia Nacional Carmen Lamela. Con esta decisión de dar marcha atrás, el juez Llarena quería evitar que la justicia belga limitase los delitos por los que podían ser enjuiciados, como el de rebelión, el más grave de los que se les atribuían. La Justicia alemana y la belga caminaban juntas en sus conclusiones, la española no. Y con esto creo que es con lo que los hombres de bien nos debemos quedar.

Hoy me quedo también con estas frases que publicó Emile Zola en su Yo Acuso, sobre el Caso Dreyfus, publicado por el diario L'Aurore el 13 de enero de 1898 en su portada:

“No ignoro que, al formular estas acusaciones, arrojo sobre mí los artículos 30 y 31 de la Ley de Prensa del 29 de julio de 1881, que se refieren a los delitos de difamación. Y voluntariamente me pongo a disposición de los Tribunales.

En cuanto a las personas a quienes acuso, debo decir que ni las conozco ni las he visto nunca, ni siento particularmente por ellas rencor ni odio. Las considero como entidades, como espíritus de maleficencia social. Y el acto que realizo aquí, no es más que un medio revolucionario de activar la explosión de la verdad y de la justicia.

Sólo un sentimiento me mueve, sólo deseo que la luz se haga, y lo imploro en nombre de la humanidad, que ha sufrido tanto y que tiene derecho a ser feliz. Mi ardiente protesta no es más que un grito de mi alma. Que se atrevan a llevarme a los Tribunales y que me juzguen públicamente”.

También me quedo con esta cita de Malcom X, el gran activista por los derechos afroamericanos, estoy a favor de la verdad, la diga quien la diga. Estoy a favor de la justicia, a favor o en contra de quien sea”. Muchos somos los que estamos a favor de la justicia, y precisamente este es uno de los pecados por lo que se intenta juzgar a Candel, por estar a favor de la Justicia, a favor o en contra de quien sea.

Finalmente tomo prestada la cita del Blog Ídolos y Llantos de José Luís Roldán: En el Quijote, entre los consejos que dio don Quijote a Sancho cuando fue a gobernar la ínsula de Barataria, tienen dónde aprender: “Cuando pudiere y debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al delincuente; que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo. Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia (…) Al culpado que cayere debajo de tu jurisdicción, considérale hombre miserable, sujeto a las condiciones de la depravada naturaleza nuestra, y en todo cuanto fuere de tu parte, sin hacer agravio a la contraria, muéstratele piadoso y clemente; porque aunque los atributos de Dios todos son iguales, más resplandece y campea a nuestro ver, el de la misericordia que el de la justicia.”

Aprendan, pues.




11 comentarios:

  1. Hombre lo de defender a Pacheco y al separatismo radical...

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  2. Chapó. Asusta lo desprotegidos que estamos, es de traca que se juzguen las formas y se obvie el contenido.
    Asusta que amparen al delincuente y castiguen al denuciante.
    Esta mafia putrefacta, está dictadura impune tiene que acabar.
    Jesús no está solo, lucharemos con él hasta las últimas consecuencias.

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    1. Esa es mi reflexión, miedo ante y frustración ante la desprotección y la indefensión que nos deja una justicia injusta y arbitraria.

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  3. Pues no hay mal que 100 años dure pero esta jentuza de jueces caerán y se darán de bruces en el suelo

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  4. Creo que todo su comentario es fiel reflejo de la realidad

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