lunes, 7 de enero de 2019

La libertad de expresión ha muerto


Artículo de Antonio Barreda


La libertad de expresión, tal y como la hemos conocido, ha muerto. Desde la llegada del régimen del 78 se nos concedió una libertad de expresión que poco a poco no han ido coartando y recortando. Los legisladores han ido recortando los derechos de la libertad de expresión hasta límites insospechados desde hace unos años. Y los jueces han ido aplicando estos recortes porque las leyes así lo exigían. No hay crimen más perverso que coartar y recortar uno de los bienes más preciados del hombre.

Hoy vemos como nuestros derechos están menguando en aras de proteger a un estado que cada vez mira menos por sus ciudadanos, que cada vez desprecia más el libre albedrío de su pueblo. Y lo peor es que lo hacen en el nombre del pueblo. Como si a la hora de legislar preguntaran al pueblo si este está de acuerdo con los tijeretazos a sus derechos. Hoy han inyectado a la sociedad el miedo a hablar con libertad, el miedo a hablar y expresar el pensamiento más íntimo y personal.

Los diferentes gobiernos afirman defender la libertad de expresión tal como aparece en la Constitución española y lo mismo ocurre en casi todas las constituciones del mundo, pero la realidad es muy diferente. Por todo el mundo hay hoy mismo gente que va a la cárcel simplemente por opinar o por hablar en libertad. La libertad de expresión es uno de los derechos que aparecen en la Declaración Universal de los Humanos y hoy está herido de muerte.

Cuando un sistema democrático persigue la libertad de expresión en toda su extensión y con todos los medios posibles a su alcance estamos perdiendo los ciudadanos nuestro derecho de opinión y nuestro derecho a expresar nuestras ideas en libertad. Eso es lo que empieza a estar en juego en nuestro país. La persecución de las ideas y de la libertad expresión se está convirtiendo en un hecho común en nuestra sociedad. No hay nada más lejano de la democracia que usar las instituciones para acallar la denuncia y para acallar las voces que se levantan denunciando la corrupción de los regímenes, en un mundo donde la prensa y los datos se muestran tal cual, sin censuras.

Los estados últimamente han ido olvidando convenientemente lo que pasaba en la Europa de entreguerras cuando la palabra empezó a ser perseguida. Cuando las personas empezaban a ser señaladas. Cuando la libertad de expresión dejó de tener valor para los estados y los gobiernos. Los pensamientos contrarios eran juzgados y encerrados en campos de concentración a los que llamaron poéticamente de reeducación, en campos donde la libertad se moría cada amanecer. Y ese peligro está hoy latente en una Europa que no ha sabido poner las barreras suficientes a estas corrientes políticas.

Los regímenes siempre buscan todos los elementos a su alcance para perpetuarse en el poder, sea como sea, al precio que sea. Y buscan a sus enemigos para aplastarlos de manera inmisericorde. Así sirven de ejemplo para la ciudadanía, y para que todos callen y guarden silencio. También a los regímenes les gusta prohibir con el objetivo de tener a toda la sociedad sobre la que gobierna en sus manos. Solo ellos dicen lo que es lícito y lo que es ilícito. A partir de aquí entran las togas.

Nada es más doloroso para un pueblo que tener un gobierno que deprecia la libertad de expresión de su pueblo, porque la crítica es censurada con leyes que limitan hasta dónde se puede expresar y hasta dónde hay que callar. Los años de la libertad, de la palabra en libertad han pasado, solo nos queda el recuerdo de que una vez pudimos hablar y expresarnos en libertad. Hoy todo eso sirve para llenar de mentiras los libros de historia. Para llenar la conciencia de los que una vez pudimos expresar lo que sentíamos con total libertad.

Hace tiempo que en nuestro país es cada vez más difícil hablar con libertad de expresión. Es cada vez más difícil expresar una crítica. Cada vez es más lejano opinar sin ser censurado por ello, sin que la maquinaria te meta en los juzgados. Y una vez aquí muchos temen a los oblicuos jueces que tenemos. Las sucesivas reformas del Código Penal, unidas a la ley mordaza, marcan las líneas rojas de la libertad de expresión en nuestro país. La reforma de 2015 ha exagerado las penas en materia de delitos de odio y por este delito se intenta juzgar a los que opinan, por ejemplo, sobre la sanidad o sobre el estado de la comunidad, es decir, para cuestiones que no estaban previstas.

Internet hoy en día se ha convertido en una autopista por donde circula la información. Hemos visto cómo se ha utilizado la red para intensificar protestas y movimientos sociales, y que la gente se organice de distintas formas para ejercer su derecho de expresión y exigir responsabilidades al gobierno. La libertad de expresión en las redes son hoy un fermento para el cambio y, por ello, surgen los intentos por controlar la circulación de información, ya que la comunicación digital puede promover el conocimiento y la comprensión a una velocidad y con una magnitud inimaginable hasta ahora.

No vamos por buen camino en este país cuando la libertad de expresión es analizada desde el ámbito penal, donde últimamente se está juzgando expresiones descontextualizadas emitidas en redes sociales que vienen acompañadas de un efecto de escarmiento cuando se producen sanciones administrativas en ocasiones más cuantiosas que la penales. Las redes hoy se han convertido en un mundo donde poder expresar nuestro derecho a ejercer la libertad de informar, de ejercer la libertad de opinión y de pensamiento, de ejercer nuestro derecho a la libertad de expresión y, por consiguiente, de ejercer mayor presión a los gobiernos. Por ello, son los estados y los gobiernos los que quieren controlar y restringir con leyes estas corrientes de pensamiento que están en las redes sociales y que, precisamente, son donde los ciudadanos se informan de lo que ocurre.




1 comentario:

  1. Cuantas verdades dice usted, pero nos callan según los políticos por nuestro bien. Ellos viven en otra dimensión, nosotros sólo les valemos si votamos, nada más

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