lunes, 2 de febrero de 2015

El debate identitatario me aburre sobremanera

Sergio Calle Llorens

El debate identitario me aburre sobremanera. Esa fogosidad que tiene el personal al dotar de poderes sobrenaturales de nervio y cromatismo superior a su lugar de origen. Localidad natal que, por el simple hecho de serlo, se convierte en el caldero
de la pócima mágica en la que se cayó de niño Obelix. Yo nunca me he caído en una marmita ni de un burro, aunque me he encontrado unos cuantos, sobre todo a Trovadores que componían odas al pasado real, o inventado. Lírica malísima y algo folletinesca que me interesa algo menos que la configuración crustácea de una langosta.

Tengo alguna anécdota identitaria que contar pero, por supuesto, me quedo con aquel partido de baloncesto en el que perdimos, y de paliza, contra un equipo de Barcelona. Hacia nosotros, horribles perdedores, acudió un representante del baloncesto andaluz a echarnos en cara que no habíamos cantado el himno regional antes de comenzar el encuentro. La razón era muy simple, ni mis compañeros, ni yo mismo, conocíamos la letra de singular canción compuesta, por lo visto, por un malagueño que cuando se presentó a las elecciones no lo votaron ni sus familiares. Vaya que no era muy de fiar el señor Infante. Mi segundo encontronazo identitario me ocurrió en Dublín cuando un madrileño al saber de mi gentilicio me pidió, by the face, que me liara un porro. Les juro que no me lie a golpes con el capitalino de puro milagro. Bueno y porque tenía una hermana que estaba, si me permiten el símil pesquero, como la lubina.

Me siento un español de Málaga que si pudiera, o le dejaran, escribiría mediterráneo en el pasaporte. Empero, lo que yo me sienta o me deje de sentir no tiene importancia alguna para el debate que yo les traigo hoy. El andalucismo, como todos los ismos, me produce cierto pereza mental, como de llegar a casa y encontrarme la cama sin hacer. Una cosa sorprendente es que el pueblo llano atribuye a los naturales de cada sitio una serie de características innatas. La cosa viene de lejos, pero yo no logro entenderlo. Mis hermanos, por poner un ejemplo ilustrativo, nacieron en el mismo lugar que un servidor, tuvieron los mismos padres y hasta una educación similar. Y qué quiere que les diga, pero mis parientes parecen que hubieran nacido en una galaxia lejana. En conclusión, otorgar cualidades por el natalicio es como entregar la cartera de Marina a uno de Cádiz por el hecho de serlo, sin que sepamos si es experto en vientos o sabe nadar. Un despropósito.

Curiosamente me he sentido más cómodo en Denia o en Sicilia que en Córdoba pero, tal vez tenga que ver con el hecho de mis ancestros valencianos. Vaya usted a saber. Tengo querencias célticas, sin que yo sepa, si mi tatarabuela se lo hizo con algún marino pelirrojo. Creo que somos el resultado de unas lecturas, unas vivencias que tampoco nos hacen tan diferentes por el hecho accidental de nuestro lugar de nacimiento. La cosa, como les cuento, no tendría mayor importancia si el tarado de turno no dejara de intentar de crear fronteras donde nunca las hubo, o constituciones propias para que la casta y la rancia aristocracia sigan viviendo del sudor del de enfrente.

A veces he de disimular mi espanto cuando el orgullo local se basa en frases como "aquí se vive mejor que en ningún sitio" o "de aquí tenía que ser". Incluso he conocido a lugareños que sacaban pecho al recordar las conquistas de Antonio Banderas en el tálamo como si ellos, más quisieran, fueron los eyaculadores finales de la coyunda. También es espantoso comprobar cómo hay gente que acude al pasado para dar sentido a sus presentes vacíos. Incluso llegan a inventarse reencarnaciones y me hablan de cuando eran Napoleón, Cleopatra o Marco Antonio. 

Sorprendentemente a ninguno le da por haber encarnado a un cristiano devorado por los leones en el coliseo romano, o a una criada de Albacete. Esto de las identidades personales basadas en el pasado no tiene sentido alguno, y las de los andaluces tampoco. Nacer en una localidad no transmite carácter alguno y haber tenido ancestros más o menos conocidos, tampoco. Luego tenemos esa visión del andaluz medio creada por el Franquismo y rematada por Canal Sur, ese canal plural que admite tanto opiniones a favor del bipartito como en contra de la oposición; súbdito alegre con una gracia que no se puede aguantar, pobre y con poco seso que pasa la vida entre coplas y faralaes. Aplicando su concepto de andaluz, yo he de ser de Lituania. La cosa, como les cuento, no tiene mayor importancia. Lo trascendental es que me obligan a mantenerme unido a esta realidad identitaria y a la esposa andaluza que me obliga a pagar la unión entre desiguales.

Sí el tema de la pareja se resuelve la mañana después de tener sexo, personalmente llevo casado con Andalucía muchos años y, que no se me ofenda nadie, creo el momento de pedirle el divorcio. La lozana andaluza ya es una señora muy ajada a la que, no es que le duela permanentemente la cabeza, es que es un quebradero de la mía. Además, no la amo y me sale por un ojo de la cara. Entiendo que haya gente que le encuentre cierto morbo cuando se pone esos ropajes árabes pero, un servidor, como buen hombre práctico, exige pasar página. Para ello, sueño con una oficina atendida por una bella señorita que anule esta unión sentimental impuesta. Háganse cargo. Me espera la Princesa Toscana, la dama danesa o una walkiria tetónica. Necesito una nueva vida lejos de esta perfecta nulidad que se llama Andalucía. Simplemente, quiero ser un ciudadano de una nación libre alejada de las manías identitarias de una región balcánica cualquiera dominada por una bruja.




4 comentarios:

  1. Me siento muy identificado con tu artículo, yo soy cataluz, mitad catalán mitad andaluz, como el Sr. Lara del Grupo Planeta, que en paz descanse, y me avergüenza que en mis dos mitades haya triunfado la estupidez, ligada a la corrupción, hasta la náusea. Ejemplo de ello es la rivalidad Sevilla Betis, que nunca se quedó en lo deportivo sino que fue un arma muy hábilmente utilizada por gente sin escrúpulos para debilitar al pueblo.

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    1. Andalucía y Cataluña sufren el síndrome de Peter Pan; se niegan a crecer. Además padecen de esquizofrenia por aquello de la manía persecutoria. En cuanto a lo de sentirse del padre o de la madre, insisto, no tiene la mayor importancia Yo soy un español de Málaga y puramente mediterráneo. Soy de los que piensa que el catalán debería ser obligatorio en toda España que la gente pudiera degustar un texto de Josep Pla en el original. Lengua que domino y por la que tengo gran querencia. Eso me hace enemigo en muchas partes de España como cuando critico a la Junta de Andalucía, soy un traidor. En casa hablamos varios idiomas y, a veces, todos a la vez. En cualquier caso, al margen del gentilicio todos los ciudadanos deberíamos tener los mismos derechos en todos los territorios. Es la clave del liberalismo. En fin, le agradezco que me haya dejado el comentario porque a veces me siento muy solito. Una abraçada.

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  2. Creo que conoces más o menos lo que opino. Andalucía es un invento, y si funcionara, algunos lo llevaríamos de otra manera. Pero Andalucía es un invento que no funciona más que como una inmensa maquinaria de corrupción, despilfarro y enchufismo en el que mi tierra, Málaga, aporta solidariamente un 25%.

    No sería tan terrible si eso supusiera que las hermanas provincias españolas de Cádiz y Jaén se beneficiaran de nuestra solidaridad y dejaran de tener esa monstruosa tasa de paro, pero si sirve para que algunos tengan pasta como para asar una vaca, como que no me gusta tanto.

    Saludos Mediterráneos.

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    1. Siempre me han gustado las cosas que sirven y, desde cualquier punto de vista, Andalucía apenas sirve para que una panda de cuatreros se lo lleve crudo. En mi libro: La Garduña, defiendo la tesis de que esta organización sigue viva en el seno del PSOE andaluz. Por otra parte, en provincias como Almería o Málaga, tú lo sabes mejor que nadie, es una opinión muy generalizada la de que se hizo un pésimo negocio uniéndose a la autonomía andaluza. Hoy el sentimiento es tan extendido como nuestro querido mediterráneo.

      Saludos

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