domingo, 24 de abril de 2016

Las penas que me quita Ferrer-Dalmau


Artículo de Rafa G. García Cosío


Me envió el otro día mi amigo Walter un buen artículo, El peso de la historia, de Gabriel Pérez Alcalá, escrito recientemente. Resumidamente, viene a recordarnos la diferencia entre el orgullo que sienten los americanos y el de los europeos: el primero basado en los logros de hoy (Sillicon Valley, democracia consolidada, poderío económico, etc.), el de los europeos, en los de ayer (literatura, arte, arquitectura). Tiene razón. Siempre le di vueltas a ese conformismo comodón durante mis años de Universidad. Desconfiaba de los progres que hablaban en nombre de derechos por los que no habían luchado y de los patriotas de última hora que presumían de logros por los que otros habían trabajado. Llegué a creerme incluso que uno no podía estar orgulloso de ser español, porque nadie elige su lugar de nacimiento, sino en todo caso agradecido (y muchos, ni eso, aun echando una mirada a la situación de todo lo que no es Europa o Norteamérica).

Y sin embargo, mi españolismo ha subido muchísimo en los últimos años. Es un orgullo que no sentía desde hace años. He de decir, por supuesto, que el hecho de vivir fuera ayuda a pintarlo todo de color de rosa y relativiza las críticas que antes salían con frecuencia por mi boca. Pero sin duda alguna, lo que sobre todo ha hecho rebotar este orgullo extraño ha sido una especie de mecanismo de defensa ante los continuos e imparables ataques que sufre mi nación desde infinitos frentes, en especial -es solo una percepción mía- desde la llegada al poder de Mariano Rajoy. Quizá sea porque soy de esas pocas personas que, cuando piensan en una nación (y quede dicho que la mía es, también, la nación europea), no piensan en los platos típicos, en una banderita o en un himno, sino en el conjunto de los nacionales; y si bien es cierto que Unamuno acertó al decir que en España no cabe un tonto más, yo procuro últimamente centrarme en aquellos allegados que no son tontos. Porque son también muchos.

Y ahora paso a presentarles cuál es el aceite para hacer funcionar el engranaje de ese mecanismo de defensa del que les hablo.

Seguro que a ustedes les pasa en su rutina que están concentrados en multitud de tareas y deberes molestos y, de repente, llega un momento fugaz de placer que arranca de cuajo los instantes desagradables del día. Me refiero a ese momento fugaz en el que sorben una copa de vino, o untan un panecillo con queso, o se meten en la bañera, o besan a su pareja, o reciben una grata sonrisa de alguien al que aprecian... todo esto tras horas incómodas de trabajo, o compras pesadas en el supermercado, o estrés familiar, o un malentendido con desconocidos, o solamente una mala noticia que le ahoga el día. Pues bien, ese momento fugaz es, aunque ustedes no lo sepan, el que contribuye a hacer funcionar el engranaje de su felicidad, sea ésta escasa o abundante.

Hace unos minutos me encontraba leyendo el ABC [este artículo se escribió el pasado martes, 19], uno de esos ejemplares que me traen amigos o familiares a Alemania cuando vienen de España, y he topado con la noticia de la presentación de un magnífico cuadro de Augusto Ferrer-Dalmau, Españoles en el Colorado, que es la imagen que encabeza este artículo. Si el nombre de Ferrer-Dalmau ya es sensacional porque delata que hay catalanes de pura raza que aún dedican su vida y trabajo a España, aunque sea con un pincel como única arma, el cuadro es ese aceite del que les hablo y que alimenta mi orgullo. Un orgullo que, si no es obviamente por la España que contemplamos hoy, sí lo es por los españoles de ayer. Si es posible estar orgulloso de un padre, por qué no de los abuelos?

Este cuadro, digo, o el que cuelga del museo del Muelle de las Carabelas en Palos de la Frontera con los nombres de decenas de vascos que se embarcaron junto a andaluces para el descubrimiento de América (sí, la mayoría de la tripulación estaba dominada por vascos y andaluces) son un buen potingue contra los sarpullidos diarios al aguantar las pullas como la que por ejemplo Jordi Évole nos coló bien la semana pasada. No solo por su entrevista condescendiente con el terrorista Arnaldo Otegi (todo el mundo habla curiosa y exclusivamente de esta entrevista), sino por la que días antes hizo al presidente Mariano Rajoy, en la que nadie parece haberse percatado del blanqueo del nombre de la Comunidad Valenciana como 'País València'. ''Sr Presidente, qué opina de la corrupción en el País València?''. Y el bobo presidente no se digna a corregirle, siquiera a recordarle que la entrevista la están haciendo en español!

Sí, los cuadros de Ferrer-Dalmau me alivian y me consuelan, porque me recuerdan que hace siglos hubo un país aparentemente más unido, y por el que las editoriales extranjeras siempre parecen ofrecer más respeto que en la propia España. Mientras la previsión meteorológica de TV3 o de Etb solo incluyen a sus respectivas regiones, la Norton Anthology of American Literature (libraco garabateado de 2,930 páginas que adquirí en Israel en 2014 a precio hiperrebajado) incluye como historia de la literatura de Estados Unidos nada menos que los textos de Cristóbal Colón y las relaciones de Álvar Núñez Cabeza de Vaca o Garcilaso de la Vega. Esta es la dura realidad que tenemos que aguantar.


Orgullo por nuestros abuelos como mejor medicina ante los papanatas de los que ya nos advertía Unamuno. Ya tienen la lista de mi aún lejana boda: inunden la casa de mis sueños con antologías extranjeras y cuadros de Ferrer-Dalmau!


4 comentarios:

  1. Gracias por el artículo, estoy atravesando una situación personal muy difícil, tanto que he estado mucho tiempo sin leer artículos del Demócrata Liberal, y coincido contigo en que como reacción al matrix progre me he vuelto cada vez más patriota, español, por supuesto, y recordar que gran parte de Norte América fue España hace siglos me ha proporcionado un momento de placer, aunque también de cabreo por la injusticia de no recordar a tantos españoles que desafiaron todos los peligros para ganar nuevos territorios para sus reyes. De todas maneras pienso que cada vez somos más y incluso podemos disfrutar en la Tv pública de magníficas series como las históricas de Isabel y de Carlos o el Ministerio del Tiempo. Casi lloré viendo los capítulos sobre los últimos de Filipinas, ya iba siendo hora que se les hiciera justicia.

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    1. Muchas gracias por tu comentario, Catalán Juntero. Me alegra mucho que te haya ayudado. He tenido momentos/etapas parecidas a la que describes. Lo mejor es escribir o leer para poder compartir. Un abrazo!

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  2. Pues si quiere "respirar" hechos de nuestros antepasados, le recomiendo visitar este enlace
    http://elmiradorespagnol.free.fr/pintura_esp/
    Un saludo

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  3. Absolutamente de acuerdo. Lloro al conocer que no soy el único que se refugia en los valores y logros de algunos de nuestros antepasados, consiguiendo éxitos en casi delirantes empresas. Y rechazo el populismo de doble moral. Ni derecha, ni izquierda, amo y defenderá por siempre mi pueblo y cultura.

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