miércoles, 30 de noviembre de 2016

De aberraciones e insolencias


Artículo de Luis Marín Sicilia


“El único caso contrastado de gatuperio político fue la proclamación de la Segunda República, sin haber convocado al pueblo para que se pronunciara sobre ella”

“Son tales las expresiones erróneas, fuera de la normalidad, con las que nos obsequian estos jóvenes impulsivos, que habría que acogerlas con nada más allá de la sonrisa escéptica o la mirada conmisericordiosa”

“Estos jóvenes criados con todas las facilidades para su salud y su educación que no tuvieron las dos generaciones que les precedieron, parecen empeñados en resucitar lo que sus padres y abuelos enterraron”


Cuando una determinada conducta, individual o grupal, se aparta claramente de lo que se considera normal, natural, correcto o lícito, decimos que esa persona o grupo vive en una aberración constante al que le lleva un error grave del conocimiento o de la razón. Con el máximo respeto que nos merecen los cinco millones de votantes del grupo Unidos Podemos, no podemos decir lo mismo de las múltiples aberraciones con que sus dirigentes más conspicuos nos vienen obsequiando.

Una aberración es la pertinaz insistencia, entre otros del previsible tránsfuga Alberto Garzón, cuando dice que "no escoger al Jefe del Estado no es democrático, por lo que la monarquía parlamentaria es una paradoja en sí misma", olvidando que las monarquías nórdicas y anglosajonas son modelos democráticos inmaculados. Más aberrante, por no tener basamento lógico ni racional, resulta su proclama de que "las élites en 1977 blindaron la monarquía, porque el pueblo quería república". ¿Y él como lo sabe? El único caso contrastado de gatuperio político fue la proclamación de la Segunda República, sin haber convocado al pueblo para que se pronunciara sobre ella.

Otra aberración socorrida es la que, con gran pompa cartelera, expresaba ese "jornalero" ejemplar llamado Cañamero, presumiendo de que "no votó a ningún rey". Pero, ni a él, que fue elegido en una lista cerrada y bloqueada, ni a sus conmilitones tan procastristas, se les ocurre preguntarse sobre el régimen "hereditario" impuesto en el paraíso cubano de los Castro.


La simpar Irene Montero, jefa del gabinete del líder supremo y sentada muy a su vera, ha sofocado su malestar por la investidura de Rajoy arguyendo que "han tenido que alterar todo el sistema para conseguir que nosotros no gobernemos". ¿Se puede saber qué y cómo es lo que se ha cambiado para que estos redentores del pueblo no gobiernen?

Ante la desintegración de Podemos en partidos regionales, Pablo Iglesias pretende dar imagen de normalidad diciendo que "la propuesta de descentralización es bueno que venga de una nación muchas veces olvidada como Andalucía". Este profesor de ciencia política yerra tanto en su noción de lo que es, en términos políticos, una nación, como en el desafío implícito que las organizaciones territoriales le están planteando. Claro que después de afirmar en sede parlamentaria que Andalucía votó sobre su independencia, es explicable que imparta clases por designación digital solemne, no por méritos académicos contrastados.

En cualquier caso, más aberrante resulta la conclusión a que llega la lideresa morada andaluza, Teresa Rodríguez, tan contenta porque "Andalucía es una nación, concepto maravilloso porque proviene de nacer", lo cual nos deja enormemente tranquilos, ya que a partir de ahora, por lo menos en Andalucía, todos los seres vivos son una nación. Lo que no nos dice es en qué parte lo son y en cuál no.

Son tales las expresiones erróneas, fuera de la normalidad, con las que nos obsequian estos jóvenes impulsivos, que habría que acogerlas con nada más allá de la sonrisa escéptica o la mirada conmisericordiosa. Lo grave de su atrevimiento es que tienen un líder que apuesta abiertamente por la incorrección sistemática, sin que voz alguna razonada y razonable se alce dentro del grupo ante tal deriva que tiene un fiel acólito en Garzón, enterrador oficial de lo que queda del viejo PCE y de IU, a cambio de ascender, según parece, a lugarteniente del líder supremo.

La decisión de Iglesias de emprender abiertamente el camino de la incorrección política, haciendo de las instituciones el telón de sus lamentables y espurios numeritos, va a ir tensionando la convivencia si la ciudadanía no manifiesta su repulsa a estilos de conducta irregulares o incívicos. Ya es lamentable que tachara de "vergonzoso y antiguo el besamanos real" que sigue a la inauguración de la Legislatura, resultándole "bochornosa la presencia de Rita Barbera" mientras pedía "que se cumpla la ley y los jueces actúen", obviando que la hoy difunta ni siquiera estaba imputada y que días antes su grupo, en ese circo que gusta montar en el hemiciclo, mostraba carteles pidiendo la libertad de su correligionario Bódalo, condenado por sentencia firme.

El paso siguiente, cuando la aberración se convierte en norma de conducta, es la insolencia, ese dicho o hecho ofensivo e insultante, que resulta doblemente hiriente cuando, como se pretende por quien así se conduce, se hace con atrevimiento, descaro o de forma temeraria o indiscriminada.

Y es en esa conducta en la que ha caído el líder podemita mientras presentaba un libro, en la que se pavoneaba, con un estilo aberrante, de su trayectoria, para concluir diciendo que "mi abuela servía a señoritos y hoy su nieto está en el Parlamento cagándose en sus muertos". ¿Está seguro Iglesias de que los destinatarios de sus excrementos no tenían abuelas que también sirvieron a señoritos? ¿O más bien es que en este país hace tiempo que muchos decidieron enterrar el odio, el rencor y la rendición de cuentas, para laborar por un futuro de concordia que no interesa a quien regurgita tales males desde su intolerancia?

Estos jóvenes criados con todas las facilidades para su salud y su educación que no tuvieron las dos generaciones que les precedieron, desconociendo como estos los sinsabores de la guerra y de la postguerra, parecen empeñados en resucitar lo que sus padres y abuelos enterraron, la gran obra de concordia que supuso la Transición que tanto les molesta, olvidando además que, por mucho que se empeñen, ni ellos representan a los herederos de un bando de aquella época, ni en lo que pretenden sea otro bando anidan señoritos déspotas sino, posiblemente, trabajadores honrados en igual o mayor medida que entre sus correligionarios, pero empeñados en mirar al futuro y no al pasado.

Alguien ha dicho, y en ello coincido, que quizá en su día se comprobará que lo peor que nos dejo la crisis como herencia fue ese populismo insustancial de Podemos. Porque ese populismo está conformado mayoritariamente por un grupo de advenedizos, carentes de responsabilidad y empeñados en hacer de la política una charanga pretenciosamente desestabilizadora del sistema democrático español.


2 comentarios:

  1. Señor Luis Marin, es una pena que articulos como este no se puedan leer en periodicos de gran tirada.Es necesario desenmascarar a todos estos politicos irresponsables, antes de que nos metan en un camino sin salida ni retorno.

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  2. Debemos de haber vivido muy requete bien durante los últimos 40 años en Andalucía para ver tantas aberraciones en estos que llegan nuevos, con sus errores y con sus aciertos, y no veamos ninguna aberración en aquellos q nos han traído hasta aquí. Desde luego que tenemos lo q nos merecemos.

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